Bodegas y Viñedos Pajariel pone en valor el tesoro de las cepas centenarias del monte ponferradino

Bajo el lema "En recuerdo de nuestros padres, mantenemos la tradición", ha nacido 'Bodegas y Viñedos Pajariel', un proyecto fraguado entre la ladera del monte y Toral de Merayo, cultivado en viñas supervivientes a la plaga de la Filoxera hace más de 100 años

23 de Julio de 2020
Actualizado: 06 de Mayo de 2021 a las 11:36
Guardar
650
650
Vinos y bodega de 'Bodegas y Viñedos Pajariel' en Toral de Merayo

 

En el corazón de Toral de Merayo, en el término municipal de Ponferrada, se encuentra una bodega que respira esencia, tradición e identidad 100% Denominación de Origen Bierzo, pero del de verdad, del de toda la vida. El proyecto 'Bodegas y Viñedos Pajariel' nació hace más de cien años, pero no ha sido hasta hace un par cuando Alejandro Merayo decidió hacer realidad una aspiración que le viene en la sangre.

En la falda del Monte Pajariel, pulmón de la capital berciana, se erigen unos viñedos con una seña de identidad prácticamente única en España: supervivientes de la Filoxera. Durante la década de 1870, se produjo una plaga de Filoxera en las principales zonas vitivinícolas españolas que dejaron muy pocas plantaciones con vida. Como consecuencia, muchos vitivinicultores se vieron obligados a emigrar a otros países para poder seguir subsistiendo a base de uva y vino.

Pero éste no fue el trágico final de esta historia, sino sólo el principio. Porque en el Monte Pajariel se aferraron a la vida unas cuantas hectáreas de viñedo que han ido resistiendo estoicas el paso del tiempo y los estragos del abandono. Hasta que Alejandro Merayo tomó la determinación de volver a sus orígenes familiares y recuperar todo ese viñedo centenario abandonado. “En esta casa siempre se hizo vino, mi abuelo hacía vino, mi padre hace aunque no a la misma escala, pues se hacía vino para el consumo; mi abuelo producía a gran escala y recogían unos 150.000 kilos de uva anuales”, rememora. “Mi padre no siguió con esa gran escala de vino y yo siempre lo tuve dentro y al final he arrancado a recuperar las viñas de mi abuelo, seguir con el legado”, cuenta con una pasión y emoción contagiosas.

Las uvas de 'Bodegas y Viñedos Pajariel' se cultivan en una hectárea y media de viñedos ubicados en el Pajariel, catalogados en 1910; otra hectárea y media en San Salvador de la misma fecha; y otras tres hectáreas de viñedos datadas hace más de 100 años. El resto de sus plantaciones se remontan a los años 1930-1940. Es por ello que algunas de sus cepas miden nada más y nada menos que hasta 160 centímetros. Su principal valor añadido es ser previos a la Filoxera, una antigüedad catalogada y certificada por la Junta de Castilla y León. “Ahora catalogan un viñedo viejo en 25/30 años, no va a saber igual la uva de un viñedo viejo que un viñedo centenario”, asegura Alejandro.

“Sabíamos que la calidad de la uva es completamente diferente de las cepas centenarias a las cepas mas jóvenes”, explica Merayo. Y es que hasta hace unos años vendían sus uvas a bodegas de la zona, “siempre supimos que la calidad era buena y las bodegas del entorno las cotizaban”, así que, “sabiendo que teníamos un producto estrella, me decidí a arrancar con una bodega”.

Los vinos de 'Bodegas y Viñedos Pajariel' conquistan el estómago, pero también el corazón. Un proyecto familiar, atesorado por cuatro bercianos “aventureros, soñadores, emprendedores e inquietos”, como ellos mismos se definen, se embarcaron en esta aventura de agroturismo sostenible, con la ayuda del enólogo Ricardo Cantera de Logroño. No en vano, su lema es “En recuerdo a nuestros padres, mantenemos la tradición”. En definitiva, el objetivo es “hacer un vino de calidad, no podemos competir con la producción de las grandes bodegas, pero sí podemos competir con la calidad”, prometen.

 

Un proyecto más allá del vino

Este proyecto nace con una vocación que va mucho más allá del hecho de producir vino. Una identidad propia que aboga por volver a los orígenes, a lo tradicional, a lo artesano. “Las bodegas de hoy en día están automatizadas y ésta conserva su esencia de antaño, volver al cara a cara, que venga un cliente y le cuentes tu proyecto”. “Esta es la bodega donde mi abuelo hacía vino hace 100 años”, por lo que todo gira en torno a volver a la tradición familiar.

Y es que 'Bodegas y Viñedos Pajariel' tiene un hilo argumental que tiene mucho que aportar al turismo de Ponferrada y El Bierzo. Su ambición es “poner en valor que en Ponferrada hay una tradición, unos viñedos centenarios de donde se puede sacar una uva excelente”. Su idea de orientarse hacia el turismo pasa por fomentar el paso del Camino de Santiago por Toral de Merayo y el Pajariel, un proyecto integral de enoturismo que da la mano a lo artesanal.

En definitiva, una bodega como las de antes, las de toda la vida y en la que se hace todo de manera artesanal, pues no se dan herbicidas a las viñas, se desbrozan manualmente y todo ello influye en la calidad de la uva y el sabor del vino.

Imágenes de los abuelos de Merayo durante la vendimia

 

Sobre los vinos y la recuperación de viñedos

Tras algunos años de arduo trabajo recuperando viñedos en la ladera del monte, en el verano de 2020 han visto la luz estos caldos nacidos de un proceso cuidado al milímetro. Para recuperar un viñedo se necesitan años, paciencia y dedicación. Se van cortando los brazos para que a las cepas les salgan nuevos brotes que progresivamente den vida a unas uvas de calidad inigualable.

“El sabor y calidad de una cepa centenaria es completamente diferente a lo que se planta ahora”. Y es que “para que un vino sea bueno, el trabajo tiene que empezar en la viña, donde el enólogo controla todo el proceso”, explican. El terruño es labrado con las técnicas tradicionales y ecosostenibles, respetando el entorno, “como nos enseñaron nuestros antepasados”.

Son tres las etiquetas que produce 'Bodegas y Viñedos Pajariel': el Godello “Domingo de Lluvia”, el Mencía Joven de Bodegas y Viñedos Pajariel “Pajarieles” y el Mencía Crianza “Señor Lobo”.

“Domingo de Lluvia” recibe este nombre porque en un día como tal surgió el proyecto. Un Godello de la añada de 2019 con seis meses sobre lías, Godello 100% recuperado tras sobrevivir a la Filoxera. Una vez que llega a la bodega, se refrigera y se despalilla para desgranarlo. Se mete en una prensa neumática y se lleva a los depósitos controlados por temperatura, donde se le aplican las levaduras, se desfanga con nitrógeno y se deja fermentar entre 20 y 25 días. A continuación, se almacena en su depósito hasta el embotellado.

En cuanto a los tintos, nacen de viñedos posteriores a la filoxera, datados en 1910, con una vendimia manual y selección en viñedo de los mejores racimos. La fermentación controlada a alta temperatura con su propia levadura, se despalilla y se deja fermentar con su propia piel, realizando tres remontados diarios, para sacar el color, aromas y proteínas y a continuación se lo produce la fermentación maloláctica para eliminar el ácido málico. Finalmente, se mantiene en depósitos a temperatura controlada, luego se almacenaría para el caso del joven y para el crianza, se conserva en barricas de roble francés y posteriormente se embotella.

El proceso no termina aquí, pues incluso la imagen de sus botellas presume de una identidad especial. “Las etiquetas son obra y gracia de un buen amigo bilbaíno, aunque casi berciano, Txetxu, un crack”, reconoce Alejandro.

Más allá de en la propia bodega y en algunos bares y restaurantes de Ponferrada, estos vinos comienzan a traspasar las fronteras de la comarca berciana. Además, organizan catas y visitas a la bodega y el viñedo.

En definitiva, un proyecto con una vocación de futuro muy clara: mantener la tradición, seguir recuperando viñedos en la falda del Monte Pajariel y fraguar en esta bodega de Toral de Merayo una joya más del prestigioso vino del Bierzo, que conserve su esencia “de toda la vida” por muchos años más.

Alejandro Merayo en la bodega

















 

  

Imágenes de los abuelos de Merayo