Columna | Los comprometidos cubanitos

Los cubanos ya no son los cubanos de otros tiempos y apenas recuerdan eso de Batista y de Fidel, ni se mueren por un plato de arroz con plátano y huevos fritos. Los cubanos se han ido afincando por la ciudad, en distintos rincones, y todavía se les puede ver en grupos que comentan cada vez menos noticias de la isla porque la isla se encuentra lejos y de eso hace mucho tiempo.

25 de Mayo de 2023
Actualizado: 25 de Mayo de 2023 a las 18:53
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Los cubanos ya no son los cubanos de otros tiempos y apenas recuerdan eso de Batista y de Fidel, ni se mueren por un plato de arroz con plátano y huevos fritos. Los cubanos se han ido afincando por la ciudad, en distintos rincones, y todavía se les puede ver en grupos que comentan cada vez menos noticias de la isla porque la isla se encuentra lejos y de eso hace
mucho tiempo.

Los cubanos suelen usar pantalones cortos, camisetas de tirantes y chancletas aunque sople el duro viento del norte, quizá por pura nostalgia, y se arremolinan, después de las charlas en las aceras, en la peluquería que regenta alguno de ellos, que suele ser el más emprendedor y el que da consejos blandiendo las tijeras al aire. Si por el local ha pasado un intelectual, se ha dejado en el asiento una novela magullada de Cabrera Infante y si el cliente peina canas pero no demasiadas baila con Gloria Estefan en cuanto el radiocasete y el patrón lo permiten.
Esta temporada se les ve más activos y si se afina el oído, al salir del mercado, se les escucha en su mundo particular, cada uno tiene el suyo y no iban a ser menos, así que con todo el acento tropical opinan que “el señor Olegario es un señor al que hay que ir a votar, el señor Olegario nos ha arreglado las calles”, y el resto de la conga asiente, sin que nadie discrepe de la rotunda afirmación.

Antaño los cubanos no estaban muy bien vistos, pero a fuerza de ron y pese a la falta de habanos se han hecho un hueco en la ciudad con pacifismo y un aire de Compay Segundo que ha olvidado el traje de lino blanco. Si a Lorca le dieron una buena canción, escapada del surrealismo de Nueva York, a la ciudad le ponen un aire cosmopolita y una cierta emoción política que a los nativos empieza a resultarnos ajena, quizá sean ya los últimos que se pronuncian políticamente, puesto que a nuestra joven democracia nacional le han diagnosticado un reuma prematuro y una artrosis que conviene vigilar, y es que ya a casi nadie le interesa eso de las municipales.

Decía un treintañero por el mercado de abastos “saben que mienten, nosotros sabemos que mienten y ellos saben que sabemos que mienten”, así que con todo ese juego absurdo el personal se va a casa sin ganas de mítines ni de propaganda electoral, y el que vota, vota como si fuese un Barça-Madrid, por pura vocación e irracionalidad.

Pero los cubanitos, que a última hora del sábado irán a mover las caderas a la Manzana, están muy activos y da cierta alegría ver que se ilusionan donde ya no se ilusiona nadie, probablemente porque en la memoria no tan reciente lleven todavía las llagas de la Revolución. Pero aquí las ganas nos las han quitado a marchas forzadas y apenas el incombustible Tarsicio, Mick Jagger de la política local, nos arranca una condescendiente sonrisa.