En cualquier caso, numerosos estudios prueban que el cambio de hora afecta a la población en el estado de ánimo, la calidad del sueño y el rendimiento, hasta que nos habituamos al nuevo horario. Los defensores del cambio de hora abogan porque permite un mejor aprovechamiento de las horas de luz natural y una reducción en el consumo energético. Por el contrario, los detractores aseguran que el ahorro de energía no es tal, que el cambio tiene efectos perjudiciales en la salud o que se pierden 300 horas de luz al año.
¿Cuál es el origen del cambio de horario?
El cambio de hora comenzó a generalizarse, aunque de manera desigual, a partir de 1974, cuando se produjo la primera crisis del petróleo y algunos países decidieron adelantar sus relojes para poder aprovechar mejor la luz del sol y consumir así menos electricidad en iluminación. Posteriormente, en 1981, se comenzó a aplicar como una directiva europea, que ha sido renovada sucesivamente cada cuatro años. Desde la aprobación de la Novena Directiva, por el Parlamento Europeo y Consejo de la Unión, en enero de 2001, este cambio se aplica con carácter indefinido. Dicha directiva establece con carácter permanente las fechas de inicio del periodo de la ‘Hora de Verano’ (cuando se adelanta el reloj una hora) y su finalización (en el que, como ahora, se retrasa el reloj una hora), produciéndose el último domingo del mes de marzo y el último domingo del mes de octubre, respectivamente.