El Auditorio de Ponferrada cumple 15 años, una infraestructura materializada en tiempo récord pero todavía 'silenciada' más allá de La Encina

El 7 de septiembre de 2001 nació la idea de que Ponferrada contara con un Auditorio Muncipal. Sólo un año después ya era una realidad. Los desperfectos dejados en la primera fecha por el concierto estelar de Julio Iglesias (que reunió a 10.000 personas en el Estadio El Toralín) llevó al entonces alcalde, Ismael Álvarez, a buscar un escenario ad hoc.

05 de Septiembre de 2017
Actualizado: 29 de Octubre de 2018 a las 17:14
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Arquitecto Martin Perez Auditorio Ponferrada 15 Aniversario_5 Martín Pérez, el arquitecto del auditorio señala a la infraestructura /Mario de la Torre Foto Dron InfoBierzo Foto Dron InfoBierzo

El 7 de septiembre de 2001 nació la idea de que Ponferrada contara con un Auditorio Muncipal. Sólo un año después ya era una realidad. Los desperfectos dejados en la primera fecha por el concierto estelar de Julio Iglesias (que reunió a 10.000 personas en el Estadio El Toralín) llevaron al entonces alcalde, Ismael Álvarez, a buscar un escenario ad hoc. Fue el 4 de septiembre de 2002 cuando las Azúcar Moreno (un día después registraría una de sus mejores entradas históricas con el dúo catalán Estopa) estrenaron un recinto que cumple 15 años sin haber encontrado todavía la fórmula para hacerlo aprovechable más allá de las Fiestas de la Encina.

Completar en menos de un año la tramitación administrativa y la construcción de un gigante de estas características (presupuestado en 2,8 millones de euros) parece hoy un milagro que tiene una explicación. El Ayuntamiento canalizó la ejecución de estas obras a través de Pongesur (Ponferrada Gestión Urbanística), una herramienta que permitió agilizar sobremanera la siempre farragosa burocracia, la que condena a la exasperante lentitud de los tiempos administrativos a otras iniciativas de similar calado. Sobran los ejemplos.

Eran tiempos de vacas gordas para una ciudad que en tres veranos consecutivos estrenó estadio de fútbol, pabellón polideportivo y auditorio municipal con un denominador común: la firma del arquitecto Martín Pérez, que en este último caso contó con la colaboración de Fernando de Andrés. Sin apenas referencias en el presente (Pérez apenas cita como casos conocidos el de Monte do Gozo en Santiago de Compostela y el de Castrelos en Vigo), los profesionales se remitieron a los teatros clásicos griegos.

Arquitecto Martin Perez Auditorio Ponferrada 15 Aniversario_3 Martín Pérez revisa uno de los planos del graderío

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Ubicación estratégica para reducir costes

La ubicación resultó estratégica, en una esquina del Parque del Temple, sobre la ladera que da hacia el Sil, una solución que permitió proyectar los anfiteatros y la caída natural para facilitar la visión del espectador “sin apenas movimientos de tierra”, lo que también minimizó los costes. La situación facilita el acceso a pie desde el propio parque, lo que a su vez evitó la construcción de un aparcamiento, otra alternativa económica habida cuenta de que el del Estadio El Toralín “costó casi tanto como el Estadio”, advierte el arquitecto, que también subraya como ventaja que el mantenimiento de la instalación es prácticamente “a coste cero”.

Todavía sin rematar todos los detalles, el flamante Auditorio Municipal de Ponferrada se estrenó en la madrugada del 4 al 5 de septiembre de 2002 con un concierto de Azúcar Moreno. El siguiente fue el del dúo catalán Estopa. “Me llamaron porque querían colocar dos piñas de altavoces que pesaban dos toneladas cada una. Yo me asusté un poco. Pero resulta que la cubierta podría soportar hasta 40 toneladas”, recuerda Pérez sobre aquella puesta de largo de un recinto que apenas tardó unos días en vivir su primera incidencia: la lluvia obligó a posponer el concierto de Chayanne del 8 al 9 de septiembre. El entorno del cantante puertorriqueño explicó que el agua caída podría afectar al equipo de sonido y luz hasta poner en peligro la “integridad física” del artista y sus acompañantes en el escenario, según recogió en aquella fecha Diario de León. También por la lluvia hubo de suspenderse un par de años más tarde una actuación del grupo argentino Les Luthiers, que la trasladaron tiempo después al Pabellón El Toralín.

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"Una instalación así para cinco días es un lujo enorme"

El relato de estos casos reabre el debate recurrente sobre la posibilidad de cubrir la infraestructura, algo que el arquitecto no considera necesario, al tiempo que advierte de que acometer esta tarea a toro pasado afectaría a la acústica del recinto. “Es cierto que tener una instalación así para apenas cinco días al año es un lujo enorme. Pero creo que sí sería aprovechable durante cinco o seis meses al año teniendo en cuenta el tiempo que hace en Ponferrada”, señala Pérez, que sugiere la fórmula de que una empresa se encargue de su explotación, a la vez que echa en falta un mayor vínculo con el Conservatorio de Música o con la Banda de Música Ciudad de Ponferrada. El arquitecto tampoco contempla otras alternativas como un Palacio de Congresos, que sí estuvo hace tiempo en la agenda política y en los titulares de los medios de comunicación, sobre todo cuando había que cerrar durante semanas el Pabellón El Toralín para celebrar la gala de entrega de los Premios Micrófono de Oro.

Martín Pérez esboza otras posibilidades para sacarle jugo a unas instalaciones que permanecen cerradas al público el resto del año. Y así apunta a aprovechamientos de espacios interiores como la parte inferior del escenario, que proyectó como un “gran contenedor” para la logística en el caso de grandes eventos. El recinto, que cuenta con aseos y bares en cada uno de sus tres módulos y tuvo muy en cuenta las cuestiones de accesibilidad, sí tiene durante el año usos administrativos para dar cobijo a servicios como el de Protección Civil.

Azúcar Moreno estrenó el Auditorio Municipal en las Fiestas de la Encina de 2002. Pero la puesta de largo de las instalaciones en toda su extensión fue en julio del año siguiente con un concierto de la gira de la primera hornada de Operación Triunfo. Una década y media después, su arquitecto echa la vista atrás. Con la perspectiva que da el tiempo, ¿habría cambiado algo? “Igual habría limitado un poco el aforo”, responde Martín Pérez al valorar los datos de un recinto habilitado para acoger a de 13.000 espectadores (6.600 sentados y 6.400 de pie), un gigante que estos días asoma la cabeza en una esquina del Parque del Temple para los conciertos de las Noches de la Encina.

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