Ya en 2011 las autoridades ucranianas calculaban que alrededor de 10.000 personas entraban en la zona de exclusión cada año. Ocho años después la cifra se había multiplicado por seis. Chernóbil se había convertido en uno de los destinos estrella del turismo extraño, uno avivado por el sinfín de historias que recorren la red y por el abaratamiento de los vuelos y de los alojamientos. Parecer ser que viajar a un escenario apocalíptico resulta atractivo.
Cualquier persona que quiera visitar esta zona necesita un lugar para dormir, el cual podría ser la capital ucraniana que se encuentra a pocos kilómetros: Kiev. Sin embargo, existen alojamientos en las inmediaciones de Pripyat, dentro de la ZEC y muy cerca de los hechos dramáticos que resultaron en el accidente nuclear más importante de la historia. Uno de ellos, el más conocido, es el hotel Desyatka. Uno peculiar, en tanto que se promociona del siguiente modo: "Recuerda que tu cuerpo está expuesto a una radiación adicional. No toques nada. Todo puede ser una fuente de problemas para ti, tu familia y tus amigos". La paradoja del turismo de catástrofes es que esto es un reclamo, no un desincentivo.