Las togas de la ira

Así que Henry Fonda a los órdenes de John Ford, emprendía el largo viaje con destino a California para salvarse de la pobreza, la miseria y la Gran Depresión. Como aquí la situación no es tan severa, no hacía falta encomendarse a John Ford, ni a Henry Fonda, ni siquiera a Steinbeck, y los Letrados de la Administración de Justicia se pusieron en manos de la Notario Mayor del Reino, Ministra de Justicia, o sea, una tal Pilar Llop.

20 de Febrero de 2023
Actualizado: 21 de Febrero de 2023 a las 14:10
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Así que Henry Fonda a los órdenes de John Ford, emprendía el largo viaje con destino a California para salvarse de la pobreza, la miseria y la Gran Depresión. Como aquí la situación no es tan severa, no hacía falta encomendarse a John Ford, ni a Henry Fonda, ni siquiera a Steinbeck, y los Letrados de la Administración de Justicia se pusieron en manos de la Notario Mayor del Reino, Ministra de Justicia, o sea, una tal Pilar Llop. Y la negociación va como no podía ser de otra manera, en una huelga a la deriva en la que no se vislumbra un final preciso más allá del que imponga el recorte de salarios o la indignación del ciudadano, ya veremos cual es más contumaz.

Lo que va resultando evidente a estas alturas es que la ministra ni está ni se la espera, fórmula española que quizá venga del avestruz, puesto que la citada señora da la callada por respuesta, de tal modo que para algunos se ha convertido en la ministra invisible, que pudiera ser otra película, pero de inferior categoría. Invisible para la huelga, claro, a la castiga con el látigo de su indiferencia, dado que se halla inmersa en la nueva modificación de la ley de los dos monosílabos que con brillantez se había llevado a cabo en el Congreso y que ahora, apenas unos meses después, es preciso retocar, ya saben, por eso de que todos los jueces son unos machistas o unos fascistas o algo similar.

En fin, se ve que a los letrados se les ha condecorado con mayor carga de trabajo, esperando desde el gobierno que esto fuera una satisfacción para el personal, vamos, que los trabajadores lo hiciesen por amor al arte, pero he aquí que los opositores –ya ni siquiera son o han sido todo opositores-, no son muy dados al arte y no tienen esas tendencias suicidas de los poetas, los pintores, los escritores, los articulistas, los cantautores y demás seres incomprensibles, sino que exigen que a mayor trabajo y responsabilidad se le anude alguna fruslería económica, y la señora ministra se ha enrocado en el no, lanzando sus esbirros el órdago oratorio de que nos encontramos ante huelga política. Las huelgas, al final resulta que siempre son políticas, ya lo dijo Ayuso, que los de atención primaria se alzaban en huelgas políticas, y ahora, desde el signo opuesto, recurren a lo mismo, a más de lo mismo, los Letrados han organizado otra huelga política, cuando todos sabemos que las huelgas modernas vienen por las condiciones laborales, no por la ideología, y la boutade no deja de ser una rápida cortina de humo que soltar a la prensa, aquí todo vale y nada es serio, ya lo dijo el propio Valle, ¡viva la bagatela!, y tal leit motiv nos vale para el segundo milenio.

A todo esto, y muy gráficamente, los Letrados, aparte pataletas en el Supremo, cuelgan las togas huecas por las escaleras de los juzgados, como ahorcando a hombres justos, vacíos, sin cuerpo y sin alma, y se fotografían inmortalizando el grave momento que, en realidad, pasa desapercibido, puesto que los medios de comunicación tienen sus miedos y sus dueños, y le dan mayor repercusión al gremio de médicos, sobre todo si son madrileños, transportistas o enfermeras, que al sector judicial, quizá también porque como ya va lento, nadie se percata de que ha perdido el fangoso rodar que venía arrastrando. Junto a las togas y a la ira de las togas, se arremolinan los testigos incrédulos, se celebra o no se celebra, se entra en sala o nos vamos, y el resto de personajes curiales, abogados, procuradores, toda esa gente, va con la cara seria sin posicionarse, a fin de cuentas, la protesta no va con ellos, la huelga sigue, los expedientes se apilan, más de cien mil juicios suspendidos, y el ujier pone cara de cínico y no fuma porque ahora hasta eso está prohibido.

Lo de Steinbeck y Fonda parecía fácil, podían confiar en California, lo de los letrados es mucho más complejo y arriesgado, puesto que deben confiar en Llop y Sánchez, así que a resistir y no pasarán, como en los viejos tiempos.