Tenemos que tener en cuenta que no todos los coches que circulan por nuestro país son híbridos o eléctricos, de ser así, esta normativa tendría pocos inconvenientes porque conducir a baja velocidad con este tipo de vehículos ayuda para reducir los consumos y la contaminación. Pero la realidad es que la mayoría de los automóviles de nuestro país tienen un motor de combustión (en muchos casos, con varios años a sus espaldas) que no han sido desarrollados para rodar constantemente a una velocidad reducida.
Al margen de incrementar el tiempo de duración de los desplazamientos, esta nueva norma de circulación obliga a realizar una conducción en dónde se trabaja casi exclusivamente con el acelerador, dando gas y reteniendo de manera constante. Esto se traduce en un desgaste, por uso excesivo, del embrague y es un hábito nefasto para los tacos del motor, pues provocamos movimientos en un sentido y otro todo el tiempo. A esto también hay que añadir el exceso trabajo de rodamientos y problemas en el sistema de refrigeración.
Los motores de los coches no están hechos para trayectos cortos, como los que se hacen en ciudad, ni para ir todo el rato a 30 km/h. Por lo que de vez en cuando es conveniente revolucionar el motor, sin pasarse y respetando los límites de velocidad, para facilitar la combustión del filtro de partículas. Salir a la carretera de vez en cuando para usar marchas más largas ayudará a eliminar el hollín y las impurezas procedentes del humo de la combustión del motor.
La buena noticia es que a 30 km/h desciende el riesgo de los accidentes relacionados con el exceso de velocidad, se reduce el número de partes al seguro e incentiva las nuevas formas de movilidad más saludables y respetuosas con el medio ambiente como la bicicleta, el patinete o el ciclomotor para que todos los usuarios se sientan más seguros.