Torre del Bierzo, radiografía de un pueblo minero cuando el carbón se da por perdido

Los pueblos mineros, como Torre del Bierzo, reciben desilusionados el nuevo Plan del Carbón. “Más de lo mismo”, ven que en dos décadas las cuencas siguen agonizando. Dan por hecho que nunca volverán a ser lo que fueron. Así lo cuentan vecinos y propietarios de negocios

06 de Octubre de 2013
Actualizado: 21 de Septiembre de 2014 a las 10:50
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Los pueblos mineros, como Torre del Bierzo, reciben desilusionados el nuevo Plan del Carbón. “Más de lo mismo” porque ven que en dos décadas las cuencas siguen agonizando. Dan por hecho que nunca volverán a ser lo que fueron. Así lo cuentan vecinos y propietarios de negocios.

Vecinos de la localidad minera de Torre del Bierzo (César Sánchez) Vecinos de la localidad minera de Torre del Bierzo (César Sánchez)

Los pueblos mineros dan el carbón por perdido y, resignados, aceptan que nunca volverán a ser lo que fueron. Sus habitantes tienen pocas esperanzas en un nuevo Plan del Carbón, que reciben desilusionados y que, para muchos, sigue siendo “más de lo mismo” que ya ha demostrado ser inútil durante más de dos décadas y sucesivos planes, incapaces de poner freno a la despoblación, el paro y la falta de actividad económica en unas cuencas que generaron tanta riqueza el siglo pasado. No son políticos, ni empresarios ni sindicalistas, tampoco conocen los mínimos detalles de las bajas incentivadas, prejubilaciones ni de las ayudas empresariales, infraestructuras o de formación, pero cuentan con la valiosa experiencia de lo que se vive cada día en estos municipios mineros.

Un ejemplo de estos pueblos es Torre del Bierzo, que prácticamente ha visto reducida su población a la mitad en los últimos años, mientras el conjunto del municipio no ha perdido tanto y ha pasado de 3.304 habitantes en 1990 – cuando el PSOE puso en marcha el primer Plan de Reordenación del Sector del Carbón- a 2.460 habitantes, según los datos del último censo, lo que supone un 26 por ciento menos. “El pueblo ha decaído a tope, de todo el Bierzo yo creo que es el pueblo que mas ha bajado en gente y en negocios”, señala Francisco Javier Hidalgo, que regenta una pequeña tienda.

Y es que las ayudas a la reactivación y desarrollo alternativo de las cuencas mineras poco se han dejado ver por Torre, que ha contado con pocas o ninguna alternativa a las minas, prácticamente sólo la instalación de un call center que abrió sus puertas hace un par de años emplea a una docena de personas, mientras sus grandes proyectos se han ido quedando en la cuneta, como es el caso del Monumento Minero de la Fundación Cultura Minera, conocido como la 'Lámpara de los Sueños' y cuya previsión era que estuviera finalizado en 2010, o el del Parque Motor, que no acaba de arrancar.

Francisco Javier Hidalgo, dueño de una tienda en la localidad minera de Torre del Bierzo (C.S) Francisco Javier Hidalgo, dueño de una tienda en la localidad minera de Torre del Bierzo (C.S)

Las calles de Torre siguen grises, es el poso que le queda de décadas y décadas viendo pasar los camiones cargados de carbón, pero ya no tienen el ajetreo de otros tiempos. En la tienda, Hidalgo lamenta que pueden pasar una y dos horas “y no entra nadie”, que se han cerrado muchos negocios y que no hay trabajo para los pocos jóvenes que quedan, más que subsistir con lo que se gana unos meses al año con los puestos que el ayuntamiento crea gracias a las ayudas de Diputación de León y la Junta. No hay confianza en el Plan del Carbón, escarmentados de tantos años hablando de inversiones “millonarias” en los municipios mineros que, en su opinión, “no han visto un duro”.

“Aquí ya se cree en muy poco o en nada, hace años nos decían que iban a hacer esto y aquello y al final no se ha hecho nada, tendremos que tirar con cuatro prejubilados”, confiesa Hidalgo, cuyo padre emigró al Bierzo desde Jaén en 1947 para trabajar en la mina, que abandonó con apenas 25 años y segundo grado de silicosis. Con el mismo nombre que el hijo, Francisco Hidalgo, aún recuerda cuando este pueblo minero y ferroviario “era Hollywood”. “Sería bueno que no lo dejaran, que no se perdiera, con lo que ha sido esto y que se quede en nada, es una pena muy grande”, asegura.

Un plan que también es visto con desilusión por Lucas, ahora retirado y que trabajó durante 20 años en la mina de Campomanes. “Esperanza ninguna porque cada día va a peor, futuro para la minería desde luego no veo ninguno”, asegura este vecino, que apunta directamente a los dirigentes de Castilla y León como unos de los principales responsables por la gestión que han realizado de los fondos territoriales. “Dinero ha venido mucho para esta zona, pero ¿dónde está?, eso lo saben ellos que son los que lo administran y no se ve en parte ninguna”, añade.

Sin fe en su cumplimiento

Y es que para muchos el problema no está en el contenido del documento que pacta Gobierno con empresarios mineros y sindicatos, sino después en su desarrollo, en su cumplimiento y en la gestión que se realiza. No hay confianza en los políticos y tampoco en los empresarios del sector. “Ninguna fe, ni en los empresarios ni en los políticos”, asegura César que, ya jubilado después de trabajar 22 años en Carbones El Túnel de Luis Fernández Rayo, recrimina especialmente la actitud de los primeros “con la que estamos muy dolidos” porque “quienes lo acaban pagando al final son los pobres trabajadores que llevan diez meses sin cobrar”.

Esa pérdida de derechos de los trabajadores del sector minero, tanto a nivel salarial como laboral, también es criticada por Avelino, que trabajó de “guaje” en la mina pero pronto buscó una alternativa fuera del “agujero”. En su opinión, es “una vergüenza” que, con todos los problemas que hay, el plan no establezca medidas de protección para los trabajadores que están en la minería, “que a los recortes que les han hecho en los jornales les suman ahora perder los pocos derechos que tenían”.

“Es una ruina para la mina y para la zona”, apostilla Avelino, que duda de la competitividad de las minas de interior después del 2018. “Si quitan las ayudas, dónde vamos a vender nosotros, no podemos ser competitivas porque los gastos de explotación en estas minas son muy altos”, añade. Como él, Pedro García, al frente de una peluquería masculina desde hace 41 años, tampoco ve “futuro ninguno” para Torre del Bierzo. En su negocio ha sido testigo de la evolución “de las vacas gordas a las flacas” y el nulo efecto de los planes anteriores. “Sólo nos queda marchar”, lamenta.

Su mujer Montse, que trabaja al lado en el ayuntamiento, considera que lo más importante para que las cuencas tengan futuro es luchar porque se mantenga la actividad. Ese tendría que ser, en su opinión, el principal reto. “Las prejubilaciones son necesarias e importantes para la persona que puede acceder a ellas, resuelve su vida, pero si pensamos en el conjunto de la sociedad, lo único que salvará a estos pueblos es que siga habiendo una actividad clara”, dice.

Pedro García, peluquero en la localidad minera de Torre del Bierzo (C.S) Pedro García, peluquero en la localidad minera de Torre del Bierzo (C.S)

El dilema de las prejubilaciones

El asunto de las prejubilaciones siempre divide. Unos están a favor porque son indispensables para no crear un problema social añadido al cierre y otros están en contra con diferentes argumentos. Desde el que cree inaceptable que un hombre con 42 años, capaz y productivo, deje de trabajar independientemente del “volumen” de sus cotizaciones a la Seguridad Social en el Régimen Especial de la Minería y coeficientes reductores, hasta el que piensa que hace “mucho daño” a los pueblos porque una gran parte de los prejubilados, al no tener ya actividad, se trasladan a poblaciones más grandes, como Bembibre y Ponferrada donde hay más servicios, o regresan a sus países, como es el caso de los inmigrantes portugueses y caboverdianos.

Por ellas también tiene el corazón dividido Maribel, cuyo marido se prejubiló con 42 y ahora, doce años después ya está retirado. “Yo estoy muy contenta con que mi marido se prejubilara y no tuviera que bajar más a ese pozo, es muy duro, y si hubiera sido antes mejor, pero también entiendo que objetivamente no es normal que dejen a un hombre de esa edad sin trabajar”, reconoce Maribel, en relación a la modificación de los requisitos para acceder a esta medida en el último plan, que eleva la edad a 54 años -a la que luego hay que aplicar los coeficientes reductores- y pide once años de cotización en el régimen minero frente a los ochos que fijaba el anterior documento.

20131006_007 Gustavo Silván, dueño de un bar en la localidad (C.S)

Por su parte, Gustavo Silván, que regenta el bar El Sastre, piensa que el plan es bueno para los mineros que estén a punto de prejubilarse pero que para la zona “es más de lo mismo”. “La normalidad va a tardar en llegar a los pozos, si llega”, valora Silván, ante un municipio que año tras año ha ido cerrando minas y al que ahora sólo le queda algún cielo abierto y Salgueiro (Uminsa), tras el anunciado cierre de las explotaciones de interior de Malabá y Torre (Alto Bierzo). “Torre, como el resto, no van a ir a más y se irá manteniendo un poco con los prejubilados y retirados mineros, que muchos de ellos están tirando de hijos y nietos”, añade.

En líneas generales, ante el Plan del Carbón 2013-2018 y el futuro de la minería se oyen voces excépticas, resignadas y desesperanzadas. Desde el “veo mucha mentira en todo esto, se va a quedar en nada, va a seguir cada día peor y no vamos a llegar al 2018” del más pesimista, al que ya acepta la “condena” con un “ahora esta gente dice que el desaparece y, ni planes ni no planes, desaparece y el resto son milongas”, pasando por los que ya lo ven muerto o los que, aún no lo han enterrado, pero que “con la experiencia de lo que a pasado todos estos años, seguirá a menos y terminará de morir”. Eso si nadie lo salva.