El letrado aseguró que Carrasco era “una gran profesional”, con una vida “dedicada a trabajar por todos, al servicio público” antes de reconocer que “era odiada por mucha gente en León”, algo que atribuyó a su condición de mujer y por ser “inteligentísima, con gran capacidad de trabajo, en una ciudad provincia, en una sociedad todavía machista que está muy lejos todavía de la igualdad de género”. “Han matado una gran parte de nuestra convivencia y este crimen no puede quedar impune”, dijo.
Respecto a la policía local Raquel Gago, incidió en que es copartícipe de los hechos y siguió con su vida normal hasta que hizo “reaparecer” el arma que -según esta acusación- había ocultado después de que se lo dejara Triana en el coche, como supuestamente habrían acordado previamente. El arma, remarcó, apareció en el momento oportuno. La munición hallada en casa de Triana, de tres calibres diferentes, es compatible con el revólver homicida, con la del padre de la acusada -inspector de policía- y con el arma reglamentaria de Gago, respectivamente.
Montserrat mató a Carrasco, su hija recogió el arma y la amiga de ésta la ocultó, resumió el letrado. “Se asesinó salvajemente. A quien lo hizo la protegieron y escondieron su hija y su amiga”, subrayó antes de hacer un alegato al jurado para que tengan en cuenta lo que calificó como “pruebas concluyentes”, de forma que se condene a las acusadas. Deben estar, dijo, detrás de un muro “del que no deberían de salir. Que no hagan más daño a nadie. No se puede matar por odiar. Sólo las alimañas lo hacen”, añadió.