El Ministerio Fiscal, la defensa y las acusaciones particulares alcanzaron este lunes un acuerdo en la primera jornada del juicio de Argayo en el que tanto el acusado como los dos encubridores reconocieron los hechos en el transcurso de la vista oral celebrado en la Audiencia Provincial de León. Según este acuerdo, Diego Álvarez tendrá que hacer frente a una pena de once años y tres meses, frente a los 20 años que solicitaba la Fiscalía, mientras que los dos encubridores, S.D.C. y J.A.F., para quienes se pedía dos años y medio, tendrán que enfrentarse a una pena de seis meses.
El acusado reconoció haber disparado a su cuñado en abril de 2012, mientras que las dos personas acusadas de encubrir los hechos reconocieron haber faltado a la verdad en la primera declaración que prestaron después de lo sucedido. Pese a este acuerdo, juicio continuará su marcha y mañana se reanudará la sesión con la presentación de las pruebas periciales y testificales, a la espera de que incluso mañana mismo pueda haber un veredicto por parte de los miembros del jurado popular.
El autor, ahora de 31 años, lleva cerca de tres años en la cárcel de Mansilla de las Mulas en prisión preventiva, después de su detención el 8 de mayo de 2012, unas semanas después del homicidio que perpetró el 29 de abril de 2012 contra su cuñado, Ángel Gómez Fernández, un minero de 40 años que fallecía a consecuencia de un disparo de escopeta.
Los hechos
Un crimen perpetrado en el interior de su vivienda, situada en la localidad berciana de Argayo (Páramo del Sil), y que en un principio el autor confeso disfrazó de robo, desvalijando la vivienda. Posteriormente, durante la instrucción del caso, argumentó que disparó contra su cuñado porque éste cometía violencia de género sobre su hermana, y esa noche habría presenciado una agresión a su sobrina.
Según el relato de los hechos del Ministerio Fiscal, Diego Álvarez se presentó en el domicilio de sus padres en Argayo del Sil sobre las 22.00 horas del 29 de abril de 2012 en compañía de su amigo Saúl D.C.
Ambos se encontraban junto a dos sobrinas de quince y diez años de edad respectivamente cuando se unió a la reunión Javier A. F. que pretendía felicitar a Diego por su cumpleaños. Instantes después, el padre de las dos menores requirió desde su casa que regresaran al domicilio, habida cuenta de que al día siguiente tenían clase. Instantes después contravinieron las órdenes de su progenitor y volvieron a la casa contigua con su tío.
Una de las menores fue agredida por su padre con la zapatilla por haberle desobedecido, instante en el que la otra volvió a la sala donde estaban su tío y sus amigos para decirles que se fueran de allí a la vista de lo que estaba ocurriendo. Diego tomó un rifle de su propiedad y exclamó: “A mis sobrinas no las toca ni Dios, yo a este tío lo mato”.
Los otros dos sospechosos decidieron abandonar el lugar a toda velocidad en coche. Diego armó la escopeta, trató de acceder a la vivienda en la que sus sobrinas estaban siendo agredidas: “Atrévete conmigo, ven a pegarme a mí”, gritó.
El padre de las menores dejó de pegarla y bajó al primer piso, donde el supuesto autor material del crimen le estaba esperando. Cuando lo tenía a cinco metros, le descerrajó un disparo en el corazón que lo dejó muerto en el acto.
Tras oír el disparo, la hija menor llamó su madre que se encontraba trabajando en Lillo del Bierzo y que acudió a la casa, donde se encontró a su marido fallecido junto a sus dos hijas y su hermano. Los cuatro acordaron simular un robo, aunque finalmente D.A.G. fue detenido unos días después y posteriormente reconoció los hechos, algo que ha ratificado en la sesión del juicio de hoy.