Juicio Pozo Emilio | El director facultativo: “Los mineros comían en el taller; si había una percepción de miedo es absurdo”

En la segunda sesión del juicio, explica que el accidente se produjo cuando los mineros aseguraban la mina para abandonar los trabajos “por problemas técnicos” y descarta el colapso de la bóveda como causa

08 de Febrero de 2023
Actualizado: 12 de Febrero de 2023 a las 18:57
Juicio por la muerte de seis mineros de la Hullera Vasco Leonesa
En la segunda sesión del juicio, explica que el accidente se produjo cuando los mineros aseguraban la mina para abandonar los trabajos “por problemas técnicos” y descarta el colapso de la bóveda como causa



“Los propios accidentados comían en el bocadillo en el taller de explotación; si todo el mundo ve que eso puede ser una catástrofe yo no me siento a comer el bocadillo allí, es algo de sentido común. Si hay esa percepción de miedo, es absurdo”. Con estas palabras desmintió hoy el director facultativo del Pozo Emilio del Valle, José Eliseo Solís, que los trabajadores “tuvieran alguna inquietud por ir a trabajar”, algo que calificó de “falso”.

Además, aseguró que cuando se produjo el accidente mortal en las instalaciones pertenecientes a la Hullera Vasco Leonesa, “los trabajadores se encontraban asegurando la mina para abandonar los trabajos” por ese día, debido a que “había problemas eléctricos que hacían saltar los ventiladores” por los que se decidió “parar toda la mina” sobre las 12 horas.

Así lo apuntó este miércoles durante su declaración a lo largo de seis horas en las que respondió a todas las partes en el juicio que se celebra desde este lunes en el Juzgado de León por la muerte de seis mineros el 28 de octubre de 2013 en el denominado Pozo Emilio, perteneciente a la Hullera Vasco Leonesa. Según su relato, “hasta el momento del accidente la situación de la mina era completamente normal”, de modo que no se decidió dar comunicación a la Autoridad Minera cuando tres días antes se produjo una subida repentina de grisú al cinco por ciento porque “no existe constancia de ninguna incidencia ese día”, ya que “los golpes de gas son normales en el arranque de un taller” y “ni suponen un peligro ni son un riego”.



En este sentido, Solís decidió puntualizar cómo son las mediciones de metano y las medidas a tomar en determinados casos. Así, con un 1,5 por ciento de metano “se paran las labores y se observa la tendencia acumulación”, mientras que con un 2,5 por ciento “se abandonan las labores” y un cinco por ciento, que “forzosamente tiene que ser súbito”, es el que “obliga a utilizar los rescatadores”.

El día del accidente, el lunes 28 de octubre de 2013, José Eliseo Solís se encontraba en las oficinas cuando el personal de exterior le trasladó que estaban subiendo los valores de metano, que se encontraban “absolutamente fuera de rango”, por lo que se intentó comunicar con el interior de la mina pero nadie le respondió. “Lo primero que hice fue llamar al servicio médico, al ingeniero técnico jefe y a la brigada de salvamento, porque no sabía lo que había pasado pero no tenía buena pinta. También pedí el listado de todo el personal que estaba en el Macizo 7”, detalla.

Fue en ese momento, mientras él hacía las llamadas, cuando salieron de la mina un ingeniero auxiliar y otro de una contrata externa, a los que envió de nuevo para dentro para ver bien qué ocurría, al tiempo que pidió que se introdujeran todos los rescatadores que había fuera. Además, “la caña de ventilación de la jaula estaba llegando a límites explosivos”, así que decidieron “derivar aire del flanco sur para la evacuación”, lo que dio pie a que fueran saliendo los afectados.



“Con todos los antecedentes que había en el Macizo 7, con lo que había ocurrido el día 25 y con lo que estaba pasando ese día, ¿no se debería haber tomado la precaución de haber sacado a los trabajadores en vez de dejarlos dentro?”, preguntó uno de los abogados de la acusación, a lo que José Eliseo respondió que “no había ningún motivo para ello”, ya que los problemas de ese día se debían a “la electricidad de la cinta”, lo que hizo que en dos ocasiones durante esa mañana se alcanzara el 1,5 por ciento de metano. No obstante, “a día de hoy nadie sabe ni ha investigado por qué se produjo esa concentración de metano y cuál fue su origen”.

Para el director facultativo de la explotación del Pozo Emilio “es falso que los trabajadores tuvieran inquietud por ir a trabajar” y, en al caso de que así fuera, “tenían medios para transmitirla a sus vigilantes, a los representantes de los trabajadores o al delegado minero, incluso de manera anónima si tenían miedo de que se les echara”. “Ningún trabajador de mi grupo fue despedido nunca por presentar una queja por seguridad; nunca”, enfatizó.

Tras el accidente, el propio Solís volvió a acceder al taller del suceso que, según destacó hoy, “se encontraba absolutamente perfecto y prácticamente como estaba unos días antes”, tal y como señaló que se recoge en el informe de la Autoridad Minera, que concluye que se produjo un desprendimiento de la bóveda. No obstante, a día de hoy es “incapaz” de determinar la causa que atribuyen al accidente en dicho informe de la Autoridad Minera que, según consideró, “se contradice y recoge cosas erróneas”, cuando “lo que sí es cierto” es que el colapso de la bóveda “es incompatible con la situación en la que estaba el taller después del accidente”, a lo que se suma que “la bóveda seguía en el mismo lugar sin ningún signo de que se hubiera caído”, por lo que se concluye que “fuera un fenómeno gaseodinámico”.







 

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