El cierre de la central térmica de Anllares supone un fin de actividad "apresurado", sobre todo para sus trabajadores que hasta hace apenas un año, cuando Gas Natural Fenosa decidió unilateralmente solicitar el cierre, pensaban que las instalaciones estarían en servicio hasta 2023, o se cumplieran las 17.500 horas de funcionamiento, tras haber quedado fuera del Plan Nacional Transitorio. Habían aceptado resignados esa decisión y ahora les toca "tragar" con la desconexión anticipada de una central que lleva operativa desde hace 36 años, desde 1982, y con una capacidad de 347 megavatios en su único grupo.
"Es un pena", lamenta el presidente del comité de empresa, Roberto González, que añade que "a todo el mundo le gustaría terminar su vida laboral en activo. "Pero las circunstancias son las que son", acepta resignado, mientras destaca que para la mayoría de los trabajadores Anllares forma parte de su vida. "Es todo una vida aquí, hay gente que no sólo lleva trabajando aquí desde que empezó a entrar en red la instalación sino que ya estuvo en el montaje, Lleva aquí casi los 40 años, fíjate si no es toda una vida", recalca.
Esa gente se acogerá al plan de salida previsto pro la empresa, el resto serán recolocados en otros centros. Así, aunque ha diferentes sentimientos y emociones entre los trabajadores, en general comparen esa sensación de tristeza, no sólo por ellos sino también por la comarca. "Al fin y al cabo es un instalación que da trabajo a una serie de gente, que generaba actividad y que eso se pierda va a afectar a la zona y a la comarca, sobre todo porque de entrada no hay nada que lo sustituya", lamentó González. "Es una pena", insiste.