Promonumenta adecenta la iglesia de Manzanedo mientras Ponferrada piensa ya en su rescate dentro de la ruta del Valle del Oza

La Asociación Amigos del Patrimonio Cultural Promonumenta realizó este fin de semana trabajos de hacendera y de limpieza en la iglesia de San Pedro Villarino, una iglesia dentro de la lista roja de Hispania Nostra. El templo podría incluirse dentro de la ruta cultural por el Valle del Oza.

19 de Julio de 2015
Actualizado: 23 de Julio de 2015 a las 13:12
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La Asociación Amigos del Patrimonio Cultural Promonumenta realizó este fin de semana trabajos de hacendera y de limpieza en la iglesia de San Pedro Villarino, una iglesia dentro de la lista roja de Hispania Nostra.

El año 2014 realizaron en ella la primera hacendera consistente en apuntalar los lugares de mayor peligro de derrumbe y de desbroce de zarzas y matorral, además de la colocación del piso que había sido totalmente levantado.

Ahora han vuelto a limpiar el entorno del templo, siempre amenazado por el avance de la vegetación, mientras desde la asociación ya avanzan que "retomaremos las negociaciones con la nueva corporación municipal de Ponferrada para llegar a un acuerdo con el Obispado de Astorga a fin de ceder la iglesia para usos culturales a cambio de su restauración".

La iglesia de San Pedro tiene orígenes difusos. Ya San Genadio, a principios del siglo X, en un documento conocido como el testamento de San Genadio, hace donación de gran parte de sus bienes al monasterio de San Pedro de Montes y dice textualmente: “Además (hago donación) en el valle del Oza la villa que se llama Santa María del valle de Escayos, con toda su heredad”. Posiblemente se refiera a lo que ahora se llama Villarino – con el nombre de villae eran conocidas en tiempos de San Genadio las casas de labranza aisladas y familiares - , en cuyo caso estaríamos hablando de un origen prerrománico, si bien las reformas posteriores acabaron con cualquier indicio de esta primera época.
Eso sí, la planta de la propia iglesia tiene algunos rasgos prerrománicos. Hoy, lo que se observa es un edificio típicamente rural, como del siglo XVIII, con una portada románica, de mediados del siglo XII, en su lateral sur.

Los ediles de Patrimonio, a pie de templo

Hasta el lugar en el que desarrollaron su trabajo este sábado se acercó el edil responsable de Patrimonio en la nueva Corporación de Ponferrada, Iván Alonso. Allí, el responsable de Coalición por El Bierzo, que ha asumido la concejalía de Medio Rural y Patrimonio, se ha comprometido a emprender contactos con el Obispado para su inclusión dentro de un circuito cultural del Valle del Oza, que tendría epicentro en Montes de Valdueza, con la nueva restauración de la que será objeto para ubicar en él el Centro de Interpretación de la conocida como tebaida berciana.







Expoliada

A esta apartada iglesia se llega a través de una senda que sale del pueblo de Manzanedo de Valdueza, en un entretenido y descansado paseo entre castaños. Precisamente esa ubicación facilitó que los ladrones pudieran forzar su puerta y entrar en ella para llevarse las imágenes y todas aquellas cosas de valor que se guardaban en su interior. “Hará 20 años aproximadamente, o alguno más, forzaron la puerta y se llevaron todo lo que pudieron, se cree que lo hicieron de noche y por un camino que queda por detrás y sin pasar por el pueblo, con un motocarro, en el que cargaron los santos y las cosas que vieron de valor”, recuerda uno de los vecinos, Pedro Gallego.

Una vez sin puertas, el expolio ya fue absoluto, a excepción de la pila bautismal que, por su peso, no se llevaron y que se guarda en Manzanedo y las tres campanas que presiden su campanario, al que es imposible acceder ante la “desaparición” de sus escaleras de piedra. Gallego recalca que al faltar las puertas, las personas siguieron entrando y llevándose lo poco que quedaba, “hasta levantaron prácticamente todas las losas del suelo buscando, dicen, un tesoro que cuentan las leyendas que había”.



Su rastro en los archivos

En su inmersión de más de una década en los documentos del Archivo Histórico Provincial, el profesor marista Diego Rodríguez Cubero ha seguido el rastro a la iglesia de San Pedro de Villarino, que junto al resto de ermitas de La Valdueza serán protagonistas de un libro, todavía inédito, que llevará por título ‘El Valle de los Eremitas’ y cuyo coautor es el jefe del Servicio Territorial de Patrimonio, Jesús Álvarez Courel. En él se refieren a ella como matriz de esta zona del municipio de Ponferrada y que tenía como anejas las iglesias de San Justo y Pastor de Manzanedo -desaparecida en un incendio en 1710-, la de San Juan del Tejo y la de San Clemente de Valdueza.

Así, la primera pista de esta iglesia se remonta al 21 de agosto de 1128, en el tumbo viejo de Montes -libro grande de pergamino en el que se solían copiar a letra los privilegios y demás escrituras de sus pertenencias-, “a propósito de un arreglo entre el monasterio de San Pedro de Montes y el Cabildo de Astorga sobre ciertos bienes de la citada iglesia, se insiste en que tanto la iglesia de San Pedro de Villarino como la ermita cercana de Nuestra Señora de Val de Escayos eran de antigua construcción”.

Precisamente en los últimos tiempos ha habido una cierta confusión entre ambos templos y se ha dado el nombre de Nuestra Señora de Escayos a la iglesia de San Pedro. Algo que también puntualiza Rodríguez Cubero, que explica que esa ermita se encontraba en el pago de La Cistierna, ya desaparecido, muy próxima a la de Villarino y que ambas compartían procesión el 15 de agosto. Algo que también rememoran las gentes de Manzanedo, cuenta su vecino Pedro Gallego, de como “la imagen de la Virgen de Escayos era subida desde su ermita por la senda, la rodera del Rosario, y en San Pedro se encontraban los tres pueblos, Manzanedo, La Cistierna y Castrillo”.

La otras dos fiestas que se celebraran en esa iglesia eran la de su patrón, San Pedro, el 29 de junio, y San Antón, el 17 de enero. Ahora apenas hay seis casas “abiertas” en Manzanedo -oscila los fines de semana y en vacaciones- pero siglos atrás, allá por 1587, “había más de 340 personas de confesión y comunión, todos feligreses y parroquianos del beneficio”. Así lo recoge otro documento citado por Rodríguez Cubero, sobre una solicitud de su cura, Juan Diez de Balboa, para contar con un capellán que le ayudara a cumplir con sus obligaciones, ya que “había muchas misas que decir, así de obligación como de capillas”.