Un estudio constata los riesgos para la salud que comporta beber agua de la Fuente del Azufre de Ponferrada

Los cultivos del agua de la Fuente del Azufre arrojan que su alto contenido en bacterias y metales pesados (manganeso, plomo, níquel, hierro y aluminio) la convierten en agua no potable, con efectos perjudiciales en la salud

28 de Octubre de 2019
Actualizado: 07 de Enero de 2020 a las 12:38
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Fotografías de Ramiro López

 

La Fuente del Azufre es uno de los lugares más curiosos y populares de Ponferrada. Tradicionalmente ha sido un lugar destinado a recoger agua con fines medicinales, bien sea para beber o para practicar lavados de zonas de piel afectadas por diversas afecciones cutáneas. Ahora bien, el característico olor a 'huevos podridos' que emana no anima precisamente a su ingesta. De hecho, la riqueza y variedad de microbios, bacterias, gases y minerales que contiene su agua la hacen potencialmente peligrosa para la salud. Y esto es una afirmación que constata un estudio realizado por los investigadores de GeoBierzo Ramiro López Medrano, José Miguel Cubillas Merino y Francisco Arias Ferrero al que ha tenido acceso en exclusiva InfoBierzo.

Los análisis químicos arrojan que su alto contenido en sulfuros, bicarbonato cloruro sódico y metales pesados (manganeso, plomo, níquel, hierro y aluminio) la convierten en agua no potable, con posibles efectos perjudiciales en la salud. En cualquier caso, el desconocimiento de esta insalubridad lleva a muchos ponferradinos y bercianos a hacer acopio de las aguas de este manantial para su consumo, ignorando el peligro que ello supone. Precisamente, los investigadores denuncian que existe un cartel que avisa de la no potabilidad del agua, pero este se encuentra totalmente cubierto por zarzas.



Estudios y cultivos realizados por el Laboratorio Municipal de Aguas concluyen que las características químicas y bacteriológicas desaconsejan su consumo, por su presencia de bacterias potencialmente perjudiciales para la salud y, sobre todo, por una elevada presencia de metales pesados. En conclusión, la ingesta prolongada de metales pesados conlleva efectos negativos en la salud. En concreto, puede relacionarse con problemas digestivos, reúma, sistema circulatorio, afecciones cutáneas, y problemas en el sistema nervioso.

El lugar ha sido profundamente transformado por grandes obras que han alterado la esencia de lo que fue en un pasado no tan lejano. Y lo cierto es que lleva demasiado tiempo en estado de abandono. Por fin, en 2017 se llevaron a cabo obras de reparación del colchón de la presa de la Fuente del Azufre por parte de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil. Entre otras tareas de mantenimiento de la presa, se aprovechó para dragar el fondo del colchón y limpiar sus orillas.



Las primeras citas sobre la existencia de esta fuente se recogen en el “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar” de Pascual Madoz en 1850. Así, en los letreros iniciales del balneario las aguas se calificaron como “sulfuroso-sódicas sulfhídricas”. Ya en estos primeros análisis destacaba el contenido en gases.





 

 

El origen de las aguas: la geología

Originariamente, las conocidas como “Fuentes del Azufre” brotaban del fondo de un cañón granítico, a la ribera del Sil, rodeadas de paredes rocosas compuestas básicamente por granito. El río Sil y su afluente el Boeza llegando hacia su desembocadura en Ponferrada, se encuentran a su paso con el farallón rocoso conocido como batolito de Montearenas: se trata de una extensa formación geológica de unos 7-8 Km2 compuesta mayoritariamente por granito. Con el paso de miles de años de continua erosión, los ríos Sil y Boeza han ido tallando dos profundos cañones de singular belleza, que han ido dejando al descubierto las paredes rocosas típicas de la España granítica: el Cañón del Boeza (hoy revitalizado por la llamada “ruta de los canteros”) y el Cañón del Sil (también recuperado por la llamada “senda de los romeros”). Hoy en día ambos cañones han sido profundamente transformados por obras hidráulicas de envergadura debido a la construcción de presas y embalses, que además están atravesados por importantísimas vías de comunicación (autovía, carretera nacional y vía férrea). A pesar de estas profundas alteraciones todavía puede admirarse gran parte de la belleza paisajística que aún conservan.

El lecho rocoso sobre el que se asienta la actual Ponferrada está compuesto por roca cuarcita de origen marino que se formó hace unos 520 millones de años, durante el periodo Cámbrico Superior de la Era Primaria o Paleozoica. Acabadas las eras Paleozoica y Mesozoica, unos sedimentos rojizos típicos del periodo Terciario recubrieron la zona. Entonces se produjo una irrupción de magma ácido de grandes proporciones procedente del manto (lo que se denominan plumas litosféricas) que no llegó a la superficie. En lugar de provocar una erupción volcánica típica, lo que hizo es deformar los sedimentos terciarios dando lugar a unos grandes abombamientos del terreno. Su forma es típicamente redondeada, y da lugar, por ejemplo, a los dos montes Castro. Pero esta enorme colada granítica se extiende desde las proximidades de San Miguel de las Dueñas por el este, hasta Salas de los Barrios al suroeste y hasta el pantano de Bárcena por el noroeste, generando una extensa elevación del terreno que separa el Bierzo Alto del resto del Bierzo.



El contacto del magma granítico con estas rocas sedimentarias dio lugar a metamorfismo de contacto, al inyectar materiales a altas temperaturas y presiones, generando una rica aureola de minerales llamadas “paragénesis”. El espectro de minerales asociados que aquí podemos encontrar es riquísimo, con una especial variedad en los diversos tipos de cuarzo, con cristales de roca que contienen muy diversas pátinas e inclusiones.

El granito de Montearenas se caracteriza por tener dos tipos de micas formando megacristales: la mica sericita (en pequeños agregados laminares) y la mica biotita (de color negro). Pero sobre todo destaca por la variedad de minerales metálicos asociados y especialmente el wolframio en forma de wolframita y de scheelita, lo que originó actividad minera en los bordes del batolito, muy cerca de este lugar. Numerosas catas mineras de la época del “wólfram” jalonan las márgenes del Sil y del Boeza. En el sur del batolito, en los Barrios de Salas, la explotación se llevó a cabo mediante el sistema de trincheras. Además, el granito de Montearenas se ha explotado en varias canteras ubicadas en el cañón del Boeza y ha servido para la construcción de importantes edificios, tales como el Palacio Episcopal de Astorga o el Ayuntamiento de Ponferrada. Es importante por tanto conocer el entorno en el que se enmarca la Fuente del Azufre, lleno de singularidades geológicas que hacen de éste un entorno único.



La química de las aguas

El origen de las aguas mineromedicinales suele tener relación con el trayecto de las aguas subterráneas que manan en puntos llamados ‘surgencias’. Tanto las aguas de lluvia como las de origen hidrotermal se van filtrando por los estratos de cuarcita y por las fracturas naturales del granito (diaclasas) y alcanzan las zonas de metamorfismo de contacto con las cuarcitas. A lo largo de su recorrido van recogiendo las emanaciones de gas sulfhídrico procedente de las emisiones magmáticas, dando lugar a ácido sulfhídrico y a sulfatos. Ello provoca los vapores gaseosos con olor típico a huevos podridos, detectable en las proximidades de las ‘surgencias’.  Es el origen magmático el que hace que la temperatura del manantial se mantenga constante a lo largo de todo el año en torno a los 20ºC y sea por tanto apta para el termalismo. Pero, ¿cuál es su composición química? ¿es realmente un agua mineromedicinal? Los primeros análisis químicos tuvieron lugar a finales del siglo XIX y principios del siglo XX y en ellos se puso de manifiesto su riqueza en azufre, que emana como ácido sulfhídrico pero que rápidamente interacciona con los elementos de la zona formando sulfatos. Las primeras citas sobre la existencia de esta fuente se recogen en el “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar” de Pascual Madoz en 1850. Así, en los letreros iniciales del balneario las aguas se calificaron como “sulfuroso-sódicas sulfhídricas”. Ya en estos primeros análisis destacaba el contenido en gases.

Posteriormente y mucho después del cierre del balneario, el Ayuntamiento ha realizado varios análisis químicos en distintas épocas. En uno de ellos define este agua como “sulfurada, bicarbonatada clorurada sódica, fluorada y termal”, con un caudal estimado de más de 60 l/min., una temperatura de surgencia de 22,6ºC y pH ligeramente ácido de 7,2 entre otros parámetros.

Recientes análisis llevados a cabo por el Laboratorio Municipal de Aguas han confirmado características químicas previas y además han revelado que, en ambas surgencias, el agua presenta un alto contenido en metales pesados: manganeso, plomo, níquel, hierro y aluminio. Precisamente estas características son las que no aconsejan su bebida.