Columna “La espuma de los días” / Bajas emisiones

09 de Diciembre de 2022
Actualizado: 09 de Diciembre de 2022 a las 11:19
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Platero es pequeño, peludo, suave;


tan blando por fuera, que se diría todo de algodón.


Juan Ramón Jiménez


 

Ya casi no quedan burros, lo cual es una lástima. El burro es el animal que con esfuerzo ha trasladado los cacharros de media España y que además ha inspirado a nobeles poetas, como a Juan Ramón; de un burro se enamoró el último Nietzsche, sifilítico perdido, lo que nos da a entender la grandeza del pobre animal, del que ya casi nadie hace uso, pero bien pudiera ser que inicie una rápida resurrección, dada la inminente aprobación de la zona de bajas emisiones en el centro de la ciudad.

En la moderna Europa se apuesta por los vehículos no contaminantes, partiendo de una capacidad económica que no todos los ciudadanos tienen, y he aquí que el personal está más por aguantar el viejo y contaminante coche y usarlo por donde se vaya pudiendo, que hacer el dispendio de adquirir uno nuevo y de futuro incierto para meterlo en el centro de la ciudad.

Sea como fuere, lo cierto es que la medida no es del agrado del ciudadano, que paga sus impuestos y quiere apurar los límites del asfalto y los recovecos de los últimos callejones, montar los neumáticos en las aceras y estacionar la cafetera frente al local de turno, bien sea para hacerse con el ramillete de espinacas o actualizar la vapuleada libreta de ahorros, así que la medida no es popular y hasta algún historiador nos recuerda lo que sucedió con Esquilache, sin que piense uno que a estas alturas se le monte al alcalde una de tal envergadura, aunque bien pudiera ser manteado, costumbre con cierta raigambre en la localidad.

Quizá se debiera, en comitiva, darle asesoramiento sobre esta epidemia ecologista a los distintos alcaldes de París, Nueva York, Madrid o Londres, puesto que todos ellos y muchos otros han iniciado el viaje sin retorno a la pulcritud, el silencio y el barullo de las zonas peatonales ausentes de vehículos, lo cual, a juicio del ciudadano local, es un craso error que nos hará retroceder a los tiempos pasados del burro o al clásico de las bicicletas veraniegas, dispuestos a todo menos pasarse al eléctrico o estirar las piernas.

En cualquier caso, lo más prácticos ya tiran de papel y normativa, aquí lo que se pretende es cazar el pájaro escurridizo de las subvenciones europeas, hecha la ley, hecha la trampa, a fin de cuentas, pagando unos cuartos más -25 euros-, se podrá seguir hiperventilando los motores por las calles de toda la vida; los más meticulosos, limpian los lentes, aprietan las narices en el pañuelo y sopesan el modo de llevar la cuenta de las entradas y salidas, si hará falta la libretilla o si la llevarán las modernas apps por nosotros.

Esta mañana a primera hora, un tipo se apeó del vehículo a la salida de la ciudad, en la verde explanada donde todavía queda un burro como el de nuestro querido Platero, y acercándose al dueño, le pidió precio.