Columna / Sus teatrales majestades

21 de Abril de 2023
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ruano articulos
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Lo que yo llevo dentro no se expresa:


lo demás es ropaje de la pena


W. Shakespeare




Si un apático Hamlet debía vengar la muerte del padre a manos de su tío, nuestro rey debe asumir el papel más siniestro de vengar a Don Juan Carlos de Don Juan Carlos, porque así como el primero murió envenenado por su hermano, el segundo perpetró un crimen contra sí mismo, y en tal misión vive Felipe, siendo  o no siendo, que viene a ser la encrucijada entre asistir al encuentro de balandros allá por Sanjenjo o contraprogramar al espectro de su propio padre en Ronda. Matar al muerto para salvar al histórico vivo, esa es la cuestión.

 Quiere decirse que tenemos un Don Juan Carlos histórico que sigue viviendo y latiendo, presente en los manuales de Historia, ese Don Juan Carlos es el que en su momento cedió poderes en favor de la democracia y el que no se unió al fallido Golpe, y solo por eso forma parte de nuestra historia, puesto que sin él es probable que en la Moncloa tuviésemos a un general y no a un presidente elegido por el pueblo.

Y tenemos a otro Juan Carlos, un desdoblamiento del anterior, que ha sido víctima de sí mismo y de sus propios miedos, el Juan Carlos que ha conocido el exilio y al que aterraba el destierro y la pobreza, ese miedo a ser otro Alfonso XIII, ese miedo a ser otro Don Juan, esos miedos que lo han llevado a cometer aquellos actos que irónicamente lo han condenado a una muerte nacional y a un destierro que no consta en ninguna sentencia. Sus miedos lo han llevado a lo que temía.

Este muerto es que aterriza por Vigo en un jet procedente de Londres, este muerto es el que se tambalea por el Bribón y el que reúne a la periodistas en los alrededores de sus alojamientos, más ávida de morbo y amarillismo que otra cosa. El otro, el que sigue vivo, va de la mano de nuestro Hamlet, es el que todavía habla desde la Historia, y que le pide a su propio hijo que lo vengue de su asesino, que no es su tío Claudio, sino su alter ego, el que ya navega por mar abierto, saliendo de la Ría, y por salvarlo hace lo único que puede hacer, actuar como si ya no existiese, puesto que ya no existe.

Así nuestro Rey sufre su propio desdoblamiento interior, el del Rey que defiende la institución, y el del hijo que lo perdona todo, o casi todo. Lo que lleva dentro no se expresa, va salvando al padre vivo del padre muerto, o al menos intentándolo, puesto que este senecto progenitor da muy mala prensa y se ha apuntado al carro de de Maquiavelo con eso de más vale un segundo de vida que mil años de inmortalidad, o en menos intelectual, que me quiten lo bailao.