El arquitecto berciano Víctor Rodríguez recibe el premio Otilio García por la rehabilitación de un edificio en Dehesas

Los arquitectos bercianos Víctor Rodríguez Prada y Marcos Cortes Lerín han recibido el prestigioso premio de arquitectura Otilio García que entrega la ATEG por su obra "Rehabilitación AA308, León" de un edificio de oficinas en la localidad de Dehesas (Ponferrada). "Lo recibimos con la ilusión y el orgullo de ser berciano y haber recibido un premio de carácter Ibérico y de tal prestigio" ha declarado para InfoBierzo Víctor Rodríguez. El premio está dotado con 2.000 euros además de una estatua en acero galvanizado obra del prestigioso artista portugués Manuel Patinha

28 de Marzo de 2022
Actualizado: 31 de Marzo de 2022 a las 12:23
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El arquitecto berciano Víctor Rodríguez Prada ha recibido el pasado jueves el prestigioso premio de arquitectura Otilio García que entrega la ATEG por su obra "Rehabilitación AA308, León" en un edificio de oficinas en la localidad de Dehesas (Ponferrada). "ilusión y orgullo de ser berciano por haber recibido un premio de carácter Ibérico y de tal prestigio" ha declarado para InfoBierzo Víctor Rodríguez. El premio está dotado con 2.000 euros además de una estatua en acero galvanizado, obra del prestigioso artista portugués Manuel Patinha.

Cuentan con sede de oficinas en Ponferrada y Madrid "somos un equipo joven y local",  el edificio se encuentra en la Avenido del Bierzo 308, en Dehesas con elementos de "acera organizado". Así el proyecto interviene sobre una preexistencia ejecutada en dos fases a mediados del siglo XX. Se trata de una parcela amplia, de uso residencial, adaptada desde un uso agrícola anterior, que contiene varios árboles con edad centenaria y enclavada en el cruce de caminos principales de una localidad diseminada como Dehesas. Con este cambio de uso se pretende "la generación de un lugar de trabajo que aporte nuevas posibilidades a una población envejecida y abrir un nuevo espacio colectivo en un punto estratégico del pueblo".

La propuesta rehabilita un inmueble prototípico residencial, que ya incluía una pequeña tienda de ultramarinos, construido en 1954 y ejecutado a medio camino entre la tradición vernácula y la modernidad local. Dos muros de piedra de canto de río al oeste y al norte se cierran al sur y este con piezas cerámicas y se cubren con un elemento de viguería de madera y pizarra. Posteriormente se amplía una altura en 1976, empleando técnicas ya propias de la tradición moderna con forjados de vigueta cerámica además de la reutilización de la misma viguería de madera de la vivienda original para la cubierta. 

Todo el discurso se consolida precisamente en el aire atrapado entre la veladura y la fachada. Ese espacio intermedio permite que el viejo volumen respire, al tiempo que toma cierta intimidad con respecto del contexto exterior. Un lugar diluido, que es colchón entre el dominio público y el privado, que el tiempo se encargará de construir pero ya listo para habitar.

El proyecto se cierra atendiendo a su representatividad, más concretamente en la noche. El aire contenido se alumbra, generando un halo real, que es al tiempo seña de la oficina y faro en la cruz que dibuja el cruce de carreteras.