Pero lo cierto es que llevar la ropa a estos puntos, no asegura un final sostenible para los desechos textiles. Sólo 1 de cada 10 prendas de las que la gente deja en los puntos de reciclaje acaba en una tienda de segunda mano o destinada para gente que lo necesita. Es lo que se conoce como ropa "usable".
El 90% restante, se considera que no se le puede dar una segunda vida porque está "demasiado sucia, muy desgastada o directamente rota". ¿Y qué se hace con esa cantidad brutal de ropa que nadie quiere en Europa? La inmensa mayoría se vende a otros países que sí reutilizan lo que aquí nadie quiere.
Para que se hagan una idea, en 2018, sólo nuestro país exportó más de 59 toneladas de ropa usada. Toda esa ropa llega a Ghana en barcos. Y aquí la cadena de reciclado se frena en seco en un "stop" gigante. Imaginen cómo están las prendas que en un país sin recursos descartan hasta el 40% del material. Y allí no tienen cómo continuar con el reciclado.
Así, estos lugares se encuentran colonizados por enormes montañas de ropa usada que nosotros hemos enviado a reciclar con muy buenas intenciones. Unas buenas intencios que se acaban traduciendo en recorrer miles de km para acabar contaminando tierras a las que poco les queda por salvar.
