En la última década, la provincia de León ha sufrido una transformación profunda en su red de oficinas bancarias, la capital del Bierzo refleja uno de los ejemplos más crudos de este modelo. El cierre de la sucursal del Banco Santander en la Calle Ancha de Ponferrada el pasado 11 de julio recalca un goteo que no cesa. La digitalización del sector financiero, unida a procesos de concentración empresarial y la pérdida de rentabilidad en zonas de baja densidad demográfica, ha provocado el cierre masivo de sucursales en pueblos y comarcas enteras. La comarca del Bierzo es uno de los territorios más afectados por esta reestructuración, que ha derivado en una creciente exclusión financiera para miles de vecinos.
Uno de los datos más contundentes lo aporta el informe estatal sobre inclusión financiera publicado en marzo de este 2025: la provincia de León ha pasado de tener 425 oficinas bancarias en 2015 a solo 229 en 2025, lo que representa una pérdida del 46,1 %, según el Boletín Trimestral de Estadística emitido por el Banco de España. Esta caída coloca a León entre las quince provincias españolas que más han visto mermada su red de oficinas de entidades de depósito en apenas ocho años. Solo en Castilla y León, tres provincias —Zamora, Salamanca y Palencia— han perdido más del 50 % de sus sucursales, lo que da una idea del impacto que la banca está teniendo en el interior despoblado del país.

La tendencia se observa también con claridad en Ponferrada. Según datos del Banco de España, entre 2015 y marzo de 2025, la capital berciana ha pasado de contar con 36 oficinas bancarias a solo 17, lo que supone una reducción del 50 %. El Banco Santander, por ejemplo, ha cerrado cuatro de sus siete sucursales; el Banco Popular, Bankia y Banco de Caja España han desaparecido por completo; y entidades como CaixaBank, BBVA o Abanca han reducido su presencia en la ciudad. Solo Unicaja ha incrementado sus puntos de atención, pasando de no tener presencia a mantener cuatro oficinas.

Estos cierres no se limitan al ámbito urbano. Según el Observatorio de Inclusión Financiera, a fecha de diciembre de 2023, en la provincia de León había 95 municipios sin acceso presencial a servicios financieros, lo que afecta a 31.313 personas. En muchos de estos casos, la población, en su mayoría envejecida, se ve obligada a desplazarse a otras localidades para realizar trámites tan básicos como cobrar la pensión, pagar un recibo o consultar con un gestor bancario.
La situación de León se enmarca dentro de una problemática generalizada en Castilla y León, la comunidad autónoma con mayor número de municipios sin ningún tipo de punto de atención bancaria. Se estima que un 17,5 % de la población regional no tiene acceso a oficinas, cajeros, agentes financieros ni servicios alternativos como el “cash back” o la atención a través de Correos. De hecho, el 83 % de las oficinas bancarias que han cerrado en los últimos años lo han hecho en municipios de menos de 10.000 habitantes, lo que demuestra que el medio rural es el gran damnificado.

En la comarca del Bierzo, donde la despoblación y la dispersión geográfica complican aún más el acceso a servicios, la desaparición de las oficinas tradicionales ha generado un sentimiento de abandono. Pueblos enteros han quedado sin cajeros ni atención directa, y muchos vecinos se ven obligados a depender del coche de un familiar o del transporte público para llegar a Ponferrada o Bembibre. Mientras tanto, las entidades bancarias han concentrado su actividad en núcleos urbanos, y el Ayuntamiento de Ponferrada ya ha expresado su preocupación por los últimos cierres, como el de la oficina de Santander en la Calle Ancha, que acaba de producirse hace escasos diez días.
En Castilla y León, el 46,6 % de la población ya vive en localidades sin acceso presencial a servicios financieros básicos, un dato que se traduce en vulnerabilidad económica, exclusión digital y pérdida de autonomía para muchas personas mayores. Aunque algunas iniciativas como los bancobuses o el uso de comercios como puntos de retirada de efectivo buscan mitigar el problema, la pérdida de oficinas bancarias físicas ha marcado una brecha que todavía no tiene solución estable a la vista.
Más allá de las cifras, lo que se desvanece con cada persiana que baja no es solo una sucursal: es un servicio público, una red de confianza y, para muchos pueblos, un símbolo de vida y permanencia. En un contexto de despoblación rural, la banca se repliega justo donde más falta hace.
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