Ferretería Villarejo: 95 años de historia en Bembibre

El propietario mira al futuro con preocupación pero con garantías de continuidad.

15 de Agosto de 2014
Actualizado: 20 de Octubre de 2014 a las 22:36
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En el interior de la vieja ferretería Villarejo aún se pueden encontrar alpargatas o maletas de hace casi un siglo. No están a la venta, pero se encuentran rebuscando entre los estantes, en la planta superior o en los habitáculos llenos de recuerdos. Probablemente haya más, incluso muchos de ellos podrían formar parte de la ornamentación de algún futuro rincón dedicado a Villarejo. Quizá este futuro rincón esté ubicado en su propia casa, que en breve engrosará el patrimonio municipal. Un edificio que hoy, todavía, alberga una emblemática ferretería en los bajos de la plaza Mayor número 16.

Durante estos 95 años la ferretería ha sido un lugar de referencia en Bembibre. Siempre en buena ubicación, en plena plaza Mayor, y en un contexto de bonanza económica por la minería del carbón. Pero, sobre todo, porque los productos que estaban a la venta eran artículos que cualquier bembibrense o cualquier vecino de los pueblos de alrededor iba a necesitar en algún momento. Hombres y mujeres. Todos, tarde o temprano, llegaban a Villarejo.

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En sus inicios, desde productos de pequeña ferretería hasta jabones. Pero en aquella época también vendían madreñas, callos para las vacas o serones para colocar sobre los burros (cuando los animales hacían las tareas de tiro). Incluso clavos de herrar. Vendían maletas y zapatillas. Es más, hasta los empleados que trabajaban hace casi un siglo llevaban aceite y harina que vendían en la propia ferretería.

La empresa Almacenes Villarejo fue fundada en Ponferrada a finales del siglo XIX, pero abrió en Bembibre en 1919, herencia de Doña Victorina Villarejo, la madre del insigne ciudadano e Hijo Predilecto de la Villa, Don Bernardo Alonso Villarejo.

Las dependencias de Bembibre pronto se convirtieron junto con las instalaciones de Ponferrada en gran almacén que distribuyó mercancía a numerosas ciudades del noroeste, con viajantes, incluso en plantilla, que recorrían pueblos y ciudades para servir lo que aquellos pudieran necesitar. Vendían a clientes finales y al por mayor.

Los últimos trabajadores de Almacenes Villarejo en Bembibre, José Rincón y Víctor Moldes, recuerdan que a mediados de los 80 llegaban a hacer pedidos de 20.000 pares de alpargatas. Incluso que llegaba a Bembibre un vagón entero lleno de escobas. De esto hace menos de cincuenta años.

Cuando Víctor Moldes comenzó a trabajar en Almacenes Villarejo, en el año 1957, los clientes “llegaban de todos los pueblos de alrededor, y también los propietarios de las tiendas de los pueblos que compraban aquí el material que vendían”, recordó. “La gente podía encontrar cualquier artículo de ferretería que necesitase, pero además tenían bombillas, material agrícola, y hasta andadores, fíjate –dijo de forma anecdótica señalando un libro de cuentas de don Bernardo- al precio de 1.300 pesetas”.

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Fue un centro neurálgico de uno de los negocios más importantes del siglo XX en Bembibre que llegó a tener en plantilla hasta 12 empleados.

Pero el paso del tiempo y el profundo cambio que experimentó el sector servicios, comenzó a afectar a este negocio que ya empezaba a ser tradicional. Igual que estaba afectando a las empresas más longevas. Con mayor impacto en una población que empezaba a dar los primeros síntomas de debilidad minera.

Pero además fueron surgiendo otras empresas que ofrecían específicamente productos que se en vendían Almacenes Villarejo. Artículos que casi tenía en exclusividad en la zona.

Un tiempo después de la muerte de Don Bernardo (septiembre de 1998), hubo que tomar una complicada decisión: trasladar la actividad a un gran centro ferretero comercial en Ponferrada. Los herederos de la familia, siempre conscientes del valor humano que hubo en Bembibre, ofrecieron a los trabajadores la incorporación a un puesto en Ponferrada, pero hubo uno que negoció la continuidad de la ferretería: José Rincón, que llevaba trabajando desde agosto de 1982. “Al decidir seguir aquí me ofrecieron la posibilidad de gestionar la ferretería, y me pusieron muchas facilidades”, dijo Rincón. Y así fue desde 2002.

Hoy por hoy, “no es como era antes”, lamentó Rincón (Pepín, como se le conoce en Bembibre). “Cuando empecé cobraba más de lo que gané aquí el mes pasado –dijo mientras enseñaba una nómina suya con lo que percibía en los años 80-, pero puedo trabajar donde he trabajado toda la vida, y entre todos hemos podido mantener abierta una empresa emblemática”. Una empresa emblemática que hoy regenta con su mujer, María Delia.

Eso sí, sin abandonar el nombre histórico. Es la ferretería ‘Pepín Villarejo’.

Ahora, mira el devenir con preocupación. Las noticias de que el edificio podría pasar pronto a manos del Ayuntamiento le provocan cierta inquietud sobre su futuro, aunque tiene la tranquilidad de la palabra. La palabra de conservar la actividad en ferretería.

En la escritura de compraventa no habrá una cláusula que obligue al Ayuntamiento a mantener la ferretería tradicional, pero el alcalde, José Manuel Otero, ya ha confirmado que “no vamos a poner impedimento”. El regidor destacó el carácter emblemático de esta ferretería, pero también que en el periodo en que el Ayuntamiento busque subvenciones y plantee la remodelación del edificio la ocupación del bajo es “algo positivo”, entre otras “porque cuando enciendan la calefacción el deterioro por humedades será menor”. Podrían pasar años, reconoció el primer edil, hasta que comience la rehabilitación de la casa.

Pero incluso hay otro aspecto a tener en cuenta: el económico. El alcalde destacó que cuando el Ayuntamiento pase a ser el titular del inmueble también será el perceptor de la renta que hoy paga el actual propietario de la ferretería, “y no nos va a venir mal para el acondicionamiento futuro”, reconoció.

Con ello, Otero ha querido dar garantías de continuidad. Unas garantías con las que cuenta el propio Rincón, conocedor de la situación desde el primer momento. “A mí la familia nunca me ha ocultado nada, siempre me ha dicho las cosas como son, y eso es de agradecer. Y ellos quieren que siga adelante, y sé que han puesto todo de su parte para que sea así”, expresó. “También sé que el Ayuntamiento tiene intención de mantener la ferretería”, añadió.

Pero Rincón tiene 54 años. Si la normativa laboral se lo permite, su idea es jubilarse a la edad de 64 años. Por eso, la duda ya no es tanto si la ferretería seguirá adelante tras la operación de compraventa que, salvo que alguno de los tres alcaldes que elegirá el pueblo en los próximos diez años opine lo contrario, tiene visos de mantener su actividad. La cuestión es si esta ferretería histórica está condenada a desaparecer dentro de 10 años, cuando Pepín Rincón se jubile.

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