Tomás de la Puente Blanco, trabajador durante 38 años en MSP
De Ponferrada a Villablino a través de Tomás de la Puente
Tomás de la Puente Blanco nació en 1932 y trabajó en MSP durante 38 años. Nunca llegó a vivir en el poblado de La Minero y cuenta que "hicieron casas porque de aquella, andaban las viviendas muy escasas y gestionó mucho el poblado, sí".
Comienza a trabajar en la MSP en marzo de 1953 como encendedor, luego como fogonero y por último, como maquinista para recorrer los 61 km que separan la capital del Bierzo con la capital de Laciana.
“Se tardaba mucho en llegar porque los cargues andaban mal, había muchas nevadas y heladas y andaba con mal material. A lo mejor, tardábamos 13 ó 14 horas, aunque lo regular eran 11 horas, lo que pasa, que había una hora de presentación y otra de retirada para preparar la máquina. De aquella, había mucha circulación, llegó a haber 18 trenes”, asegura.
Cuenta Tomás que realizaban el recorrido desde “Villaseca, Coto Cortés, de Poblina, de Orallo, del Pozo Caboalles y carbón había mucho: de Alinos, Fabero, Gaiztarro...salía mucho carbón de aquella”.
Entre los trabajos que desempeñó, recapitula que el que más le gustaba “era de fogonero porque tenías menos responsabilidad y se pasaba bien porque por entonces, pasábamos mucho tiempo en Villablino allí de juergas y cosas de esas y bien. Yo era muy feliz trabajando en La Minero porque había días malos por el desnivel de casi un 20% en el puente de Robles, y de Ponferrada a Villablino, muchas veces tuvimos que saltar porque el tren no paraba, pero otros viajes se llevaban bien. Eso sí, se hacían muchas horas porque trabajábamos los domingos y días de fiesta”.
Durante los 15 años que estuvo de fogonero, “una vez conseguíamos la madera, que consumía 20 vagones de apeas más dos cartones y bajábamos del tren ‘Mixto’. Salíamos de Ponferrada a la una y veinte y llegábamos a Villablino a las cinco y dos minutos, a las siete menos veinte con el Mixto para abajo. Después con el ‘Correo’, a las doce y cinco salíamos, bajábamos del Correo y hacíamos dos horas de maniobras. A consecuencia de eso, se hacían muchas horas y a veces, había semanas que no veíamos casi a la familia”.
Mientras tanto, Nélida, su mujer, lo pasaba “regular porque quedaba mucho tiempo sola, pero sabiendo que él estaba bien y que él trabajaba y yo también, entre los dos hacíamos lo que podíamos”.
Tomás junto a su mujer, Nélida
Tomás recuerda que después, “anduve con las máquinas grandes y empezábamos con el 11, el 13, el 15 y todo así…cada hora y pico un tren”.
Con tanta circulación, “a lo mejor, llevábamos a Palacios y a Cuevas dos vagones cerrados de harina, si había mucho ganado, y tardábamos en subir a Cubillos, que yo anduve con la Locomotora 31, pero de Cubillos a Toreno ganábamos tiempo poco a poco”.
Del salario narra que “llegábamos incluso a ganar más que el jefe de Talleres, siempre con horas extras, entonces contentos porque deseábamos traer duros a casa porque aquellos tiempos fueron malos”. Sin embargo, había otros momentos que compensaban los malos tragos. “Como en Palacios hacían matanza, yo les subía lechugas y cosas de esas y me daban cecina, chorizo…lo pasábamos bien”.
Tomás de la Puente durante un día de trabajo en la MSP
“A todos los que transportaban nos daban vales para carbón. De Villaseca se traía carbón de antracita muy buena, estaba Victoriano, que traía una antracita de la mejor que había y claro, de aquella estaba Tormaleo, que tenía un carbón más fuerte para calefacciones y cargábamos en Páramo”.
Cuando en 2002 la mayor compañía minera privada del país desaparece, comenzarían a ser constantes los problemas que años atrás ya venía sufriendo el sector carbonero. “Quitaron las máquinas de vapor y metieron máquinas de gasoil, que ahí no hay bajadas de presión, lo que pasa que allí iba un solo conductor y era aburrido. En cambio, en la de vapor íbamos dos y compartíamos la vida. Entre maquinista y fogonero lo pasábamos muy bien”.
El Economato de La Minero
Nélida recuerda con añoranza los años de su juventud. “Nos levantábamos a las 6 ó 7 de la mañana para pedir vez porque era más económico. Tenías una cartilla y yo nunca quise apuntar, yo siempre fui con mi dinero tanto a principio como a final de mes. Además éste –por su marido-, siempre me traía el dinero íntegro, me enseñaba la nómina y venía con el dinero, y después ya la pasaron al banco porque hubo problemas con los que iban a cobrar y pagaban en la oficina”. Continúa Tomás explicando que “los guardias de La Minero te escoltaban pero sí hubo problemas entre unos y otros por los salarios”.
Así y “con todo cariño -dice Nélida-, guardo esta cartilla intacta como un tesoro”.
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La Minero da a luz a la primera frutería de Ponferrada
A medida que pasaban los años, el barrio iba creciendo y es, en 1985, cuando apareció por primera vez en Ponferrada un establecimiento dedicado especialmente a las frutas y a las verduras. Actualmente está ubicada en la calle Conde de los Gaitanes, pero la primera se abrió en el año 1985 en la paralela, en la calle Nicomedes Martín Mateos.
‘Frutas Bersil’ ya tiene 28 años y fue idea de Solene López, que junto a su marido, Roberto Pregigueiro, apostaron por este negocio.
“Fue la primera frutería que se montó en Ponferrada. No había ninguna y además, me decía la gente: ¿pero tú estás loco? ¿cómo se va a vender sólo fruta?, y ya ves lo pequeña que era la primera, pero bueno, con trabajo y trabajo, ahí la tienes”, rememora Roberto. También, muestra con orgullo la primera licencia del negocio, de 1986. "Antes, primero abrías y luego ya te daban la licencia", explica.
Lo más simpático que recuerda Roberto es que por aquellos años “se empezaban a vender kiwis y se vendían por pieza. La gente te decía: dame un kiwi, dame dos kiwis, y luego, se vendían naranjas, lechugas, plátanos…de todo”, y no se olvida de destacar la calidad de las frutas y verduras del Bierzo.
Roberto Pregigueiro pone en marcha, junto a su mujer Sole, la primera frutería de Ponferrada
Primera licencia municipal de la frutería 'Bersil' (1986)
Una de las vecinas y clientas de la frutería, Isabel, cuenta que ella va desde que prácticamente la abrieran porque “íbamos al Vivodís y pasábamos por aquí delante, entonces me enteré, vine, me gustaron porque tenían y tienen buenos productos y me encuentro a gusto con la gente, con una confianza que…cuando te encuentras a gusto en un sitio, es que es donde vas”.
En todos estos años, el poblado ha ido cambiando y tal como constata, “es un barrio que ha envejecido y has visto morir a muchísima gente”.
Antaño, en el Poblado de La Minero había una tintorería, dos peluquerías, un despacho de pan, una pescadería, churrería, una tienda de comestibles, una carnicería, otra tienda llamada ‘El Llano’ y una droguería.



