¿Por qué el metaverso todavía no despega?

. Sin embargo, a día de hoy, el metaverso sigue siendo más una idea que una revolución palpable. ¿Qué ha pasado?

29 de Abril de 2025
Actualizado: 29 de Abril de 2025 a las 12:26
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Hace no tanto, parecía que íbamos a vivir en mundos virtuales casi a tiempo completo. Las grandes promesas del metaverso pintaban un futuro donde las reuniones, las compras e incluso el ocio tendrían lugar en realidades alternativas diseñadas pixel a pixel. Sin embargo, a día de hoy, el metaverso sigue siendo más una idea que una revolución palpable. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué, a pesar de tantos recursos invertidos y expectativas creadas, el metaverso todavía no despega?

El entusiasmo inicial fue brutal. Marcas de moda vanguardistas lanzaron colecciones exclusivas, buscando conquistar a las nuevas generaciones digitales. Las inmobiliarias virtuales llegaron incluso más lejos: vendiendo terrenos digitales a precios de escándalo, convencidas de que en unos años esos espacios serían la nueva Quinta Avenida o los Campos Elíseos, pero en versión virtual. Y, por supuesto, el sector del juego no tardó en subirse al tren: el casino online 3D surgió prometiendo experiencias inmersivas donde los usuarios podrían recorrer salas de juego virtuales, tirar de la ruleta o sentarse a una partida de póker en ambientes de lujo digital.

La teoría era espectacular. La práctica, bastante menos.

 

Cuando la tecnología no está a la altura de los sueños

Uno de los grandes problemas que ha enfrentado el metaverso es que la tecnología disponible no ha logrado cumplir con la calidad de experiencia que se esperaba. La promesa de mundos ultra-realistas chocó con gráficos rudimentarios, tiempos de carga eternos y sistemas de navegación torpes. Para muchos usuarios, la experiencia terminaba siendo incómoda, lenta y, sobre todo, aburrida.

En el caso de los casinos online 3D, por ejemplo, la idea de caminar con tu avatar hasta una mesa de blackjack sonaba atractiva… hasta que te topabas con bugs, problemas de conectividad o gráficos que recordaban más a un videojuego de hace veinte años que a un salón de Las Vegas. En lugar de una experiencia fluida, los usuarios se encontraban con entornos desiertos, con apenas unos pocos jugadores dispersos y una sensación de vacío difícil de ignorar.

 

El dilema de la utilidad real

Otro de los grandes obstáculos ha sido la falta de una utilidad clara y tangible. La moda virtual puede ser divertida, pero ¿cuántas personas están realmente dispuestas a pagar cientos o miles de dólares por ropa digital que solo pueden ver en un avatar? Comprar un terreno en el metaverso suena a inversión de futuro... salvo que ese futuro parece cada vez más incierto. ¿Y los casinos? Aunque la gamificación y la experiencia visual son importantes, los jugadores de casino online suelen valorar, sobre todo, la rapidez, la comodidad y la confianza que sí tienen en las versiones actuales. Si jugar a slots  tradicionales online te da la misma emoción —y te ahorra tener que caminar un avatar torpemente hasta la máquina—, ¿para qué complicarse?

Muchos proyectos de casinos virtuales han aprendido esta lección a base de golpes. El realismo y la inmersión son secundarios si el acceso no es inmediato, la jugabilidad no es intuitiva o el premio no está claro.

 

Coste de entrada y falta de incentivos

Por si fuera poco, participar plenamente en el metaverso aún requiere dispositivos caros y conexiones a internet de alta velocidad, dos barreras que limitan enormemente el acceso a las masas. Si a eso le sumamos que no existen todavía razones de peso para invertir en una vida paralela digital, el resultado es evidente: la mayoría de la gente sigue prefiriendo el mundo físico o los entornos digitales más convencionales, porque los usuarios ya conocen y confían en plataformas tradicionales que ofrecen juego seguro, licencias verificadas y métodos de pago fiables.

¿Y ahora qué?

El metaverso no está muerto, pero sí está en modo pausa. Lo que parecía un boom imparable ha dejado paso a una etapa de reflexión y replanteamiento. Es posible que, en unos años, con avances tecnológicos más sólidos y propuestas de valor más realistas, vivamos una segunda oleada del metaverso.

 

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